Tomado de www.jorgeorlandomelo.com
No es fácil que una biblioteca sea realmente mala: unos
buenos libros, aunque estén perdidos entre un mar de textos escolares, pueden
ser suficientes para abrir a sus lectores posibilidades maravillosas. Sin
embargo, si uno se esfuerza un poco, puede lograr tener una mala biblioteca.
Umberto Eco [1] señaló alguna vez los rasgos que debía tener una biblioteca
académica que quisiera ser excelente en su maldad.
Las recomendaciones que
siguen tratan de dar unas ideas parecidas para los que administran bibliotecas
públicas.
1. Cambie el bibliotecario con frecuencia. Si Usted nombra el
bibliotecario, cámbielo siquiera cada año. Así no llega nunca a conocer la
colección bien, y se evita que aprenda a promover la lectura, que conozca bien
a los lectores y sus hábitos y en general que preste un buen servicio.
2. Preocúpese por los edificios y los muebles, y no por los
libros. Lo importante es que la alcaldía o el gobierno den dinero para
construir un edificio nuevo, o para tener cabinas y cubículos para la lectura.
Los recursos para comprar unos cuantos libros nuevos al año, unas películas o
unos discos de música no tienen mucho interés. Y ojalá los edificios sean bien
complicados: las bibliotecas que tienen solo una sala general, una sala de
niños y una o dos salas más para reuniones y talleres hacen más difícil tener
una mala biblioteca, pues el bibliotecario se da cuenta de todo lo que pasa y
los lectores encuentran todo a la mano.
3. No deje que los lectores se interesen por los libros y
desordenen la biblioteca. Cuando los lectores pueden hojear y buscar libremente
los libros, acaban desordenándolos. Es preferible, para evitar eso, que los
libros estén en un cuarto separado, o detrás de un mostrador y que tengan que
pedir el libro que necesitan. Si no saben que libro necesitan, mejor, pues así
los usan menos y hay menos riesgos de que se pierdan, se deterioren o se
gasten.
4. No ponga los libros nuevos a la vista, no haga muestras de libros interesantes sobre un tema o para un público especial. Deje que los lectores mismos averigüen lo que quieren leer.
4. No ponga los libros nuevos a la vista, no haga muestras de libros interesantes sobre un tema o para un público especial. Deje que los lectores mismos averigüen lo que quieren leer.
6. Complíquele la vida a los lectores. Pida documentos para
entrar a la biblioteca, y recomendaciones y fiadores para prestar libros. No
permita que lean en el patio, bajo los árboles, en el suelo: lo mejor es tener
cubículos individuales de los que no se puedan mover. Divida la biblioteca en
muchas salas distintas, para que las revistas y periódicos no estén junto a los
libros ni a las enciclopedias, para que los computadores donde se consulta
Internet no puedan usarse para comparar lo que está en un libro, para que las
películas haya que verlas en un sitio diferente, y así los lectores tengan que
caminar y hagan ejercicio. (Además, esto promueve el empleo: se necesitan más
empleados para vigilar todas las salas). Cambie los horarios con frecuencia o
cierre la biblioteca con cualquier motivo; sobre todo, ciérrela para tener
tiempo de hacer informes bien largos para la administración pública. No abra
los sábados ni domingos, ni al final de la tarde, pero abra a las 8 a.m. los
lunes, cuando nadie venga a la biblioteca. Abrir de 12 del mediodía a 8 p.m.
puede hacer muy fácil que la gente que trabaja o estudie venga a la biblioteca
y le complicará la vida. Haga actividades que no dejen leer a los que quieran
hacerlo: haga la hora del cuento para niños, o el taller de dibujo, en la misma
sala de lectura de niños, de modo que los que quieran seguir leyendo no puedan
hacerlo. Invente toda clase de talleres que no tengan nada que ver con la
lectura.
7. No preste libros. Si Usted deja que se lleven los libros a
la casa, van a terminar aficionándose a la lectura y de pronto interesando a
otras personas. Y si presta, ponga trabas: demore la entrega del carnet, no
preste más de un libro a la vez, no preste los libros sino por 5 días. Y no se
le ocurra prestar cajas de libros a las escuelas y dejarlas allí por varias
semanas, en manos de un profesor: cuando se pierda un libro, o los niños lo
gasten de tanto usarlo, no va a ser fácil reponerlo.
8. Tenga pocos libros. La regla principal para tener una
biblioteca mala es no tener plata para comprar libros nuevos y depender
únicamente de los regalos de las entidades públicas. Pero si tiene plata para
comprar libros, compre en primer lugar enciclopedias, que son para averiguar
datos inútiles pero raras veces promueven la lectura. En segundo lugar, es
preferible comprar muchas copias de cada libro. Así, si hay con qué comprar 300
ejemplares, en vez de comprar 300 títulos diferentes, es preferible comprar 3
copias de 100 títulos. De esta manera la catalogación es más fácil, nunca habrá
un lector incómodo porque el libro que quiere leer está prestado o lo está
leyendo otra persona. El hecho de que los lectores no encuentren los 200
títulos que no se compraron no importa, pues como no están en el catálogo, solo
uno que otro se dará cuenta de que hacen falta. También puede argumentar para
sostener esta política que si se pierde un ejemplar siempre estará otro
disponible: nadie le preguntará por los 200 que no están disponibles. Por
último, no compre los libros sino una vez al año, en un solo pedido: así logra
que buena parte del material interesante esté agotado y se ahorra la compra;
además, evita darle gusto a los lectores que quieren leer los libros cuando
acaban de salir.
9. No tenga computadores, ni películas ni música. Mantenga una
visión clásica de la biblioteca afirmando que lo único que debe tener son
libros. En los computadores los lectores se ponen a mirar su correo o entran a
páginas inadecuadas; las películas y la música no tienen que ver con la
verdadera cultura: son pura entretención. Si la biblioteca tiene películas o
computadores, trate de que se usen poco, y ni se le ocurra hacer una
programación periódica de cine para niños o adultos. Y no preste las películas
ni los discos.
10. Haga de la biblioteca un apéndice, y no un complemento, del
trabajo escolar o académico. Preocúpese por que la biblioteca tenga muchos
textos escolares o universitarios y pocos libros distintos, para que los
estudiantes no vayan a perder el tiempo con cosas que no les piden sus
maestros.
11. No tenga libros sobre temas difíciles. La biblioteca no debe
tener libros que critiquen el gobierno o la religión, ni que hablen de sexo.
Así evita problemas.
12. Trate de tener pocos libros inútiles o extranjeros. Los
libros que no sirven para hacer tareas a los estudiantes y para hacer consultas
útiles a los adultos no sirven mucho. Es mejor tener pocas novelas, poca
poesía, poco libro de juegos, diversiones y trabajos manuales. Promueva los
escritores locales, para que la gente no pierda el tiempo con escritores
extranjeros: entre Shakespeare, Tolstoi, Faulkner y los escritores locales,
escoja siempre a los autores locales. Se lo van a agradecer.
13. No valore mucho la capacidad de sus lectores. Tenga a mano
frase como “¿Y a quien se le ocurre que en este pueblo alguien va a leer a
Aristóteles?” “Las novelas de Balzac ya pasaron de moda: que lean a Corín
Tellado” “Lo que la gente quiere son horóscopos y libros de autoayuda”. No deje
a los niños manejar el computador ni ver el catálogo personalmente, pues no
saben hacerlo.
14. Invente muchas reglas, y cámbielas con frecuencia. No hay
que olvidar mantener un buen conjunto de prohibiciones: no se puede entrar a la
biblioteca sin estar calzado (muy útil en los pueblos de la costa); no se puede
entrar con cuadernos sino con hojas sueltas, no se puede cambiar de puesto de
lectura, no se pueden tomar fotografías (se pueden permitir, pero con flash,
para que molestan a los lectores) de las páginas de los libros o de los
periódicos.
Jorge Orlando Melo
Bogotá, 2006
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